domingo, 9 de diciembre de 2012

Al rescate de una identidad





En Av. Matta con Cuevas, y acompañando a chilenos por casi 4 décadas, encontramos al San Remo, restorán que todo quien se precie de conocer las picadas de Santiago debe tener en el podio. No sigue modas culinarias, es más bien tradicional, no tiene pretensiones de experticia universal en la gastronomía, y con una carta simple, convence y encanta a quien entre por el umbral que corta las adornadas paredes del edificio de Cuevas 101. Son expertos en arrollados, papas fritas, chuletas, escalopas y hamburguesas, y en eso basan su atención, que no por ser minimalista, deja de ser excelente. Y es que cuando estás en el San Remo, no solo estas comiendo el mejor plato tradicional de Santiago, también estás adquiriendo otros subproductos. Adquieres: costumbres, tradición, cultura, buen servicio y una experiencia enriquecedora.
Pero como ensayista, no es mi misión publicitar ni alabar al San Remo. Quiero exponer un problema que sufre actualmente.

Expropiación, se escucha cada vez mas fuerte escudada tras palabras como expansión, globalización o modernidad. Y es que la empresa Metro ha decidido que la única vía para la construcción de un ducto de ventilación para la nueva línea 3, es en la ubicación del San Remo.
No pretendo tocar la fibra sensible del lector exponiendo la historia del restaurante, la vida de los trabajadores y el amor de los dueños por su trabajo, tampoco quiero argumentar contra el privado que sin pensar en el medio, busca un fin que deja de lado parte importante de la identidad nacional.
Lo que realmente pretendo es que vean que al construir sobre el San Remo estarían atentando contra el patrimonio cultural de un país. Y de esta forma se convertirían en un escollo para el desarrollo cultural de generaciones venideras, y en un más largo plazo, incluso podrían provocar la pérdida irrecuperable de conocimientos que nos definen como chilenos.
Sin ánimos de parecer pesimista, alarmista o incluso una  agitadora, expongo algunas definiciones duras y elementos que deben saberse para entender lo anterior.
El significado de “patrimonio cultural” ha cambiado bastante en las últimas décadas. Según organismos especializados, patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, la definición va mucho más allá e incluye aspectos que no son necesariamente tangibles.
La UNESCO, que es el único organismo especializado de las Naciones Unidas cuyo mandato trata específicamente de la cultura, ayuda a sus Estados Miembros, entre ellos Chile, a concebir y aplicar medidas para la salvaguardia efectiva de su patrimonio cultural. Si bien es cierto, la UNESCO no define taxativamente patrimonio inmaterial, se entiende como "el conjunto de creaciones basadas en la tradición de una comunidad cultural expresada por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de una comunidad en la medida en que reflejan su identidad cultural y social."
Es la UNESCO también quien define cuales son las normas o características que debe poseer todo patrimonio cultural intangible. Estas son: Tradicional, contemporáneo  y viviente a un mismo tiempo; Integrador; Representativo y Basado en la comunidad.
Tradicional, contemporáneo y viviente a un mismo tiempo: el patrimonio cultural inmaterial no solo incluye tradiciones heredadas del pasado, sino también usos rurales y urbanos contemporáneos característicos de diversos grupos culturales. El San Remo en la elaboración de la mayor parte de su menú utiliza técnicas heredadas de generación en generación, principalmente del sector central y sur del país, como los arrollados, mientras se mezcla con elementos foráneos, como las papas fritas, que a la larga forjan una identidad nacional. Así tambien podemos observar tanto en el menú como en el restaurante en sí usos y costumbres contemporáneos, como la decoración estilo restaurante americanizado repleto de fotos, recuerdos, patentes, artículos deportivos etc, pero siempre con un sentido nacional
Integrador: Podemos compartir expresiones del patrimonio cultural inmaterial que son parecidas a las de otros. Tanto si son de la comunidad vecina, como si provienen de una ciudad, o han sido adaptadas por pueblos que han emigrado a otra región, así también que nos permitan una unidad en torno a características comunes propias de una sociedad.
El San Remo, reúne expresiones que unifican una sociedad en torno a una cultura, que podemos calificar como culinarias y de servicio, en el sentido de la tradición que se ha transmitido de generación en generación a través de los mozos, o cocineros que unifican preparaciones de diferentes zonas que representan a Chile en distintas zonas geográficas. Por lo anterior, podemos considerar al San Remo como una elemento integrador en la cultura nacional.
Representativo: el patrimonio cultural inmaterial no se valora simplemente como un bien cultural, a título comparativo, por su exclusividad o valor excepcional. Florece en las comunidades, como Santiago, y a través de este la zona central y depende de aquéllos cuyos conocimientos de las tradiciones, técnicas y costumbres se transmiten al resto de la comunidad, como los trabajadores, mozos, cocineros y dueños del restaurante que los transmiten de generación en generación, o a otras comunidades. Así el San Remo puede ser un excelente ejemplo de la representatividad de una cultura.
Basado en la comunidad: el patrimonio cultural inmaterial sólo puede serlo si es reconocido como tal por las comunidades, grupos o individuos que lo crean, mantienen y transmiten. Sin este reconocimiento, nadie puede decidir por ellos que una expresión o un uso determinado forma parte de su patrimonio.
El punto anterior es muy importante para mi argumento ya que es decisivo para considerarlo como un patrimonio cultural inmaterial, y definitivamente podemos afirmar que el San Remo es considerado por gran parte de la comunidad, grupos de conocedores culinarios o individuos que disfruten con la transmisión de este tipo de conocimiento. Las pruebas se pueden encontrar fácilmente en internet, basta realizar una simple búsqueda del restaurante y la mayor parte de las entradas, corresponderán a llamados a evitar el cierre del San Remo, por parte de gente que valora este sitio. Solo falta, a mi parecer, que esta iniciativa y ganas de impedir esta acción sea adoptada por el gobierno, o representantes escogidos democráticamente de comunidades cercanas al San Remo.

Por mi parte no queda más que difundir el mensaje de apoyo y mentalizarnos en proteger el patrimonio gastronómico Chileno que al final nos identifica como sociedad en base a las costumbres y tradiciones que en lugares como el San Remo mantienen y

promueven bajo un concepto de identidad nacional la cual mantiene la esencia de lo que realmente  somos y de dónde venimos.





Annie Bunster

Camelia Cupcakes


Los cupcakes son un concepto culinario, que si bien es cierto no es nuevo, poco a poco ha ido ganando terreno en la sociedad. Preparación de procedencia estadounidense y ampliamente expandida por el mundo, los cupcakes son hoy en día muy comunes de ver en la televisión, eventos gastronómicos y celebraciones que intentan tener un estilo moderno y vanguardista. Sin embargo, y pese a la popularidad que han recibido los cupcakes en Chile, no han sido realmente explotados por el mercado, exceptuando claro, el único caso de una tienda especializada: Camelia.

Con una casa matriz en Lo Barnechea y algunos stands en diferentes malls de la capital, Camelia ofrece a sus clientes la posibilidad de comprar distintos tipos de cupcakes tanto en sabor y diseño.

Un cupcake, también conocido como fairy cake, patty cake o pastel de taza, es una pequeña tarta para una persona, frecuentemente cocinada en un molde similar al empleado para hacer magdalenas o muffin, y existe una infinidad de posibles combinaciones tanto en sabor como en rellenos, decoración, coberturas, etc.

Camelia ofrece a sus clientes una opción para comprar cupcakes a un precio relativamente accesible (1200 pesos la porción), con más de 20 opciones para escoger y con distintos motivos de decoración, pero el cliente debe satisfacerse con un cupcake sin relleno.

Como habrán podido darse cuenta, los más audaces lectores, soy ir decirlo de una forma simple, fan de los cupcakes...y me refiero a los cupcakes en general, al producto en sí y a la búsqueda por el cupcake perfecto, a la correcta combinación de sabores, o a la recreación de clásicos como el redbelvet o vainilla berries. Es por eso, y por mi condición de cupker maker, que me siento en la obligación de comentar Camelia.

En términos generales la propuesta es simple y atrayente, un lugar que se especializa en un tipo de preparación que está a la moda, tiene un estilo parecido a Dunkin Donuts en el sentido de la venta y de la disposición del producto en la tienda, pero también podemos analizarlo como una especie de carrito con sus stands en malls, que pretende acercar la venta del cupcake al cliente, y cambiar su concepción de este, como un snack que puede adquirir en cualquier instancia, y no requiere de una ocasión especial para tomar en cuenta su producto. Por lo que en términos generales Camelia resulta atractivo para un público que conoce el producto.

Es bueno también mencionar que Camelia apunta a un sector acomodado de la sociedad, ya que se ubica en el sector Oriente de la capital. Aunque claro está la gente que está dispuesta a transar el equivalente monetario de un kilo de pan por un panecillo colorido, no es precisamente quienes viven en sectores más populares de la región metropolitana.
Por otra parte y entrando a temas más apetitosos, la elaboración de los cupcakes deja bastante que desear a quienes conocen el rubro, y pese a variada gama de opciones que ofrece, no sale de lo tradicional en sabores y no juega con la versatilidad que les ofrece su propio producto. En cuanto a decoración se trata, se nota el dejo de la producción en masa sobre sus cupcakes, y no se observa un trabajo con terminaciones detallas o elementos más complejos, en otras palabras, le falta amor al proceso de decoración, y aunque no estoy familiarizada con el proceso y no se sí es a mano o industrializado, sin lugar a duda podría mejorar bastante.
Fuera de los puntos anteriores, Camelia se gana mis respetos por incursionar en un rubro, con grandes potencialidades pero poco explotado y por su propuesta de merchandising. Rescato también la forma en que han decidido vender su producto, tanto en forma individual como por mayores cantidades, y ofrecer opciones de personalización de tortas hecha de cupcakes, y la práctica y llamativa forma de vender los cupcakes en cajitas plásticas, tanto si compraste una unidad como sí llevas la docena.
Mi llamado no es otro que a probar Camelia, pero no quedarse sólo ahí, sino que también a intentar experimentar con esta simple pero poderosa preparación, y a sacar propias conclusiones acerca de estos ¡deliciosos pastelitos!